El ser humano es el producto de los procesos combinados de hominización y humanización que se han prolongado durante millones de años. El resultado es un ser que, en comparación con otras especies, presenta una enorme complejidad psíquica. Además, al poner en juego todas nuestras facultades, cada ser humano logra definirse a sí mismo de modo que se diferencia de los demás, dotándose de una identidad propia.
El sistema nervioso es uno de los elementos que integran el cuerpo humano. Su funcionamiento genera un conjunto de capacidades y desempeña una serie de funciones que constituyen la mente humana. La actividad mental es la responsable de nuestros conocimientos del mundo que nos rodea, de nuestros sentimientos y de todo lo relativo a las decisiones que adoptamos sobre cómo actuar.
1.Las facultades cognitivas.
Las facultades implicadas en nuestro conocimiento de la realidad son cuatro:
*La sensibilidad. Es la encargada de captar sensaciones. Las que tienen su origen en el exterior nos llegan a través de nuestros sentidos. Aquellas que proceden de nuestro interior nos informan tanto del placer o del dolor que experimentamos como consecuencia del buen o mal funcionamiento de nuestros órganos como de la posición de nuestro cuerpo y el control de nuestros movimientos.
*La imaginación. Puede cumplir diversas funciones. Sin embargo, cuando actúa como facultad cognitiva y toma parte en el proceso de conocimiento de la realidad, es la encargada de integrar en una imagen unitaria la información que nos llega de modo disperso a través de nuestros sentidos.
*La memoria. Actúa como almacén de nuestro conocimiento y se encarga de conservar la información que adquirimos de modo que esté disponible en un futuro. Tenemos dos tipos de memoria: la memoria a corto plazo, que es responsable de que recordemos, por ejemplo, dónde hemos dejado un objeto hace un rato; y la memoria a largo plazo, que es capaz de retener por tiempo indefinido aprendizajes que consideramos útiles o acontecimientos relevantes.
*La razón. Es la facultad cognitiva superior. Se encarga de evaluar nuestros conocimientos, de conectarlos entre sí para producir conocimientos nuevos y, en definitiva, de realizar las operaciones cognitivas más complejas.
2. La afectividad.
La afectividad es una capacidad psíquica humana por la que determinados acontecimientos, hechos, objetos o personas provocan la aparición de estados emocionales de carácter íntimo que nos impulsan a implicarnos activamente. Un rasgo distintivo de los afectos es su polaridad; es decir, pueden ser positivos o negativos.
Podemos distinguir básicamente cuatro tipos de afectos:
*Las emociones. Son alteraciones del ánimo, provocadas generalmente por un estímulo externo que las desencadena, y suelen ser intensas, pero pasajeras. Pueden ser emociones positivas, como la euforia, el entusiasmo o la sorpresa, o emociones negativas, como el miedo, la rabia o la vergüenza.
*Los sentimientos. Se trata de afectos más estables y duraderos que surgen sin necesidad de que un agente externo los desencadene. El amor y la amistad son ejemplos de sentimientos positivos y el odio o la envidia lo son de sentimientos negativos.
*Las pasiones. Son intensas como las emociones y duraderas como los sentimientos, pero se diferencian de ambos por su carácter excesivo y descontrolado. Cualquier sentimiento o emoción puede convertirse en una pasión si quien la experimenta pierde el control sobre ella.
*El estado de ánimo. Este es un afecto que se mantiene en el tiempo sin experimentar alteraciones y depende más del carácter de una persona que de los acontecimientos. El optimismo y la felicidad son estados de ánimo positivos, mientras que la melancolía y la depresión son ejemplos de estados de ánimo negativos.
3. El deseo y la volición.
Las voliciones y los deseos constituyen un tipo de fenómenos mentales que se caracterizan por actuar fundamentalmente como móviles para la acción. En ambos casos debe existir primero una representación de aquello que se quiere o se desea y, después, una carga emotiva que nos impulsa a quererlo o desearlo. Por tanto, este tercer grupo de fenómenos mentales está estrechamente conectado con los dos anteriores.
La principal diferencia que existe entre el deseo y la volición estriba en la percepción que tiene el sujeto de las posibilidades de alcanzar su objetivo. La volición implica querer la realidad de algo y estar dispuesto a hacer lo necesario para que ocurra lo que se quiere. Sin embargo, en el mero deseo se esconde el reconocimiento de la dificultad para que ocurra aquello que se desea.
4. Relación entre los distintos fenómenos mentales.
Un rasgo que comparten todos los fenómenos mentales es que son fenómenos intencionales. Esto significa que se dirigen hacia un objeto que es externo a la propia mente.
El conocimiento es un fenómeno mental en el que lo conocido, el objeto del conocimiento, es ajeno e independiente de la mente.
Del mismo modo, nuestros afectos tienen su origen en la mente, pero son provocados o se dirigen hacia algo exterior: cuando amamos, amamos a alguien; si sentimos miedo es por algo o de alguien ajeno a nosotros mismos; y así en todos los casos.
Finalmente, con nuestros deseos y voliciones ocurre lo mismo: aquello que se quiere o desea es siempre algo externo al propio sujeto que quiere o desea.
(Francisco Río Pedraza. Filosofía. 1Bachillerato. Editorial Oxford. Madrid. 2022)